ANTONIO RESINES
"Ser un poco patético no está mal" En cartelera con 'Marujas asesinas', este hombre "tranquilo" y "previsible", que siempre se ha dejado "guiar por el instinto", confiesa que las películas intensas le dan "mucha pereza"
"No soy buen actor para la vida real"
Antonio Resines
Javier Trigueros
Cuántas entrevistas le han hecho este año?
–No muchas. Normalmente, es que hago muy poquitas, como tres o cuatro.
–¿Qué es lo que más detesta de una entrevista y, por extensión, de un entrevistador?
–La entrevista en sí. Quiero decir: lo que más me molesta es la gente que no se aprende el guión, los que te preguntan por el año en que naciste, por tus comienzos…, que se acercan sin saber nada de ti. Y eso pasa mucho, ¿eh?
Antonio Resines (Torrelavega, 1954) recibe en su piso. Madrid, siete y diez de la tarde. Abre la puerta sin dejar de hablar por el móvil y señala un sofá enfrentado a una mesa llena de papeles. En vísperas de estrenar Marujas asesinas y en pleno reencuentro con su amigo Fernando Trueba para rodar El embrujo de Shangai, Resines es un hombre sin agosto. Un personaje que se sacude la canícula capitalina con un vaso de agua mientras explica que tiene el horario cambiado por exigencias del guión.
–Dicen que se ha ganado a pulso la fama de buen tipo.
–Hombre, una cosa es la vida privada y otra, la profesional. Imagino que a la gente le doy esa imagen por las películas que he hecho. Y en la esfera privada, malo-malo del todo no soy.
–¿Y a veces no es un lastre? Por ejemplo, ¿qué le apetecería estar haciendo ahora, en esta plomiza tarde en Madrid?
–Sí, a veces alguna gente suele relacionar buen tipo con tonto… En fin, en este momento me apetecería estar tomando un café, porque me acabo de levantar. He estado rodando de tarde y noche, pero no me importa en absoluto hacer la entrevista.
–¿De qué no habla desde hace tiempo?
–No sé… de fútbol; como estamos en verano…
–¿Marca distancias el sexo a la hora de enfocar la conversación?
–En una primera impresión, no. Antes sí, era distinto. Me imagino que por la educación; te educaban de una forma determinada y las chicas eran una cosa y los chicos, otra. Pero ahora no.
–¿Qué lugares comunes se le hacen insoportables?
–¿Frases hechas? ¿situaciones? En las entrevistas, por ejemplo, pues no me gusta demasiado hablar de mi vida privada. Pero, vamos, de vez en cuando…
–¿Ha experimentado alguna vez la sensación de que le pagaban por hacer de sí mismo?
–Nunca. Los actores espléndidos podrían hacerlo, pero como una imitación. Y no es mi caso. Lo de autorretratarse lo veo muy complicado.
–¿Tiene la sensación de haber traspasado el umbral de la seriedad un poco mayorcito?
–Sí. Profesionalmente, claro, porque en la vida privada no soy un tío muy serio. A mí me ha pasado que, desde ‘La buena estrella’, hago papeles que son como más profundos. Y sí, me pilló un poco mayor, a los cuarenta, más o menos.
–¿En qué género se expresa mejor la vida?
–A mí me gusta mucho la comedia dramática; la siento muy cercana a lo que es la propia vida. Lamentablemente, para mucha gente prima más el drama que la comedia. En mi caso, podemos ponerle algún adjetivo más: a veces es farsa, grotesca, patética… Ser un poco patético no está mal. Yo creo que todo el mundo lo es. Y viene muy bien para esta profesión.
–¿Un hijo es el mejor termómetro para medir la madurez?
–No necesariamente. Tuve a mi hijo relativamente joven, con 27 ó 28 años, y la paternidad no me hizo madurar, si por ello se entiende ser más responsable y ese tipo de cosas. Hombre, evolucionas; si no es que eres imbécil.
–¿Ha llegado a sentir el vértigo del ridículo ante su hijo?
–Buenooo… muchas veces. Y viceversa, me imagino.
Antonio Resines
Explicar la vida–Alguna vez ha comentado que de joven le irritaba el principio de autoridad. ¿Cómo se ven los toros desde el otro lado de la barrera?
–Es difícil, pero parece inevitable cuando eres padre. Hasta una cierta edad, es importante ejercer el principio de autoridad, aunque te moleste profundamente, como me pasaba a mí. Y pese a entender que también es molesto para la persona a la que se lo aplicas. Pero es una forma de explicar la vida.
–Usted vivió la Universidad en tiempos políticamente convulsos. ¿Es ésta la sociedad por la que batallaba en aquellos años?
–No es la situación ideal, pero bueno… Aunque todos los sistemas son malos, la democracia es el mejor con diferencia. En este sentido, imagino que sí, que por lo menos peleábamos para que hubiese libertad para decir y hacer lo que pensases sin que nadie te condenara a nada ni te metiera en la cárcel. Pero sigue habiendo muchas injusticias, muchos desequilibrios, muchos problemas.
–La generación de su hijo es menos rebelde.
–Si, claro, pero nosotros teníamos otro objetivo, otro punto de partida. Ahora, las rebeldías son más individuales que colectivas. Es normal.
–Con los años, ¿las aspiraciones sociales se desdibujan en favor de conquistas personales?
–Es que yo nunca he tenido aspiraciones personales. De eso que te levantas y dices: ‘Yo de mayor quiero ser esto’; o ‘mañana quiero conseguir lo otro’. Siempre me he guiado un poco por mi instinto.
–¿Y ese instinto le dice que la estabilidad es un valor en alza?
–Depende de qué tipo. ¿Económica?
–Bien, pero también vital, familiar…
–No tengo nada de todo eso. Vivo bien, pero dependo de que me contraten. ¿Emocional? Bueno, pues tampoco la tengo muy clara. Yo creo que la palabra estabilidad es demasiado complicada. Y tampoco estoy muy convencido de que aspire a ser una persona estable.
–¿Qué otra expresión prefiere conjugar?
–Estar bien; yo creo que es más correcto.
–Coyuntural, entonces.
–Sí, claro. Únicamente aspiro a estar bien en un porcentaje razonable de tiempo.
Antonio Resines en una escena de la película 'La niña de mis ojos'
–¿Antonio Resines resulta previsible o imprevisible para su círculo más inmediato?
–Bastante previsible. Soy un hombre tranquilo.
–¿Le queda espacio para la locura?
–Sí, sí. De otro modo sería espantoso. Tanto por la profesión como por mi forma de ser, sí caben ciertas locuras; locuras entre comillas.
–¿Y las planifica o no puede resistirse a ellas?
–Es como dice un amigo: ‘Ese animalucho que todos llevamos dentro y que nos sale de vez en cuando’. Aunque a algunos no les sale nunca. En eso, yo creo que está bien el término medio.
–¿Y en alguna ocasión ha tenido que frenar a la bestia?
–Sí. Hombre, lo que está bien es saber que eso puede pasar, que te puedes desmandar. Es un signo de cierta madurez.
–¿En qué le ha corregido el tiempo?
–Tampoco me ha cambiado mucho. No me veo grandes diferencias respecto a hace veinte años. A lo mejor sí soy un poquitín, pero un poquito, más listo. No me paro a pensar si he recorrido mucho en la vida y he aprendido muchas cosas.
«Para nada normal»–¿Se ve interpretando en su vida real un papel como el de Antonio Banderas?
–No. Cada uno es como es y ya está.
–¿Ha llegado a olvidarse delante de la cámara de todo lo que tenía alrededor, de lo que dejaba en casa o de sus problemas?
–Absolutamente, una o dos veces. Pero cuando trabajas en algo bueno y tú te sientes convencido de que estás bien, te olvidas del entorno.
–Te haya ido bien o mal en la vida, llega un momento en que a uno se le nota en la cara que ya no es un jovencito. ¿Cuándo lo descubrió Antonio Resines y qué imagen le devolvió el espejo?
–Hombre, a pesar de estar calvo y de la pinta que tengo, pienso que tampoco soy tan mayor, aunque quizá tengo la autoestima un poquito subida en estos momentos. Sigo siendo igual de anormal que hace veinte años; con matices, ¿no?
–Dos constantes en su discurso: excesiva modestia y tendencia a ridiculizarse. ¿Es una estrategia?
–Cuando hablo de anormales, me refiero a personas ‘no normales’; suponiendo que haya un estándar de normalidad, que parece ser que así es, que hay uno amplísimamente aceptado. Yo me salgo de esa historia, porque creo que no soy para nada un tío normal; ni en la profesión, ni en mi vida, ni en mi aspecto. Y respecto a la modestia, lo que pasa es que me conozco muy bien. Lo que me asombra es que unos cuantos no se hayan dado cuenta antes. Pero, vamos, que profesionalmente no soy un genio; sólo un tipo que hace un trabajo más o menos bien hecho.
–¿Llega y le reciben a uno en el rodaje de forma distinta cuando se es protagonista?
–Sí, es muy distinto.
–¿En qué grado?
–Depende. Por ejemplo, si has hecho varios protagonistas y en una película no lo eres, estás encantado de la vida, porque te quitas un peso de encima.
–Pero eso es un contrasentido. La carrera de un actor es la búsqueda del protagonismo.
–En principio, sí. Pero tener la posibilidad de entrar y salir de ese papel está muy bien. Ahora me gusta mucho más hacer películas en las que el peso absoluto no recae sobre mí. Las otras me acojonan.
–Agobia la responsabilidad con más de veinte años de carrera y medio centenar largo de filmes.
–Sí, sí. Precisamente, por la edad. Ahí sí se nota. Te das cuenta de que se pueden hacer cosas muy interesantes no siendo el protagonista. Y luego, porque te pesa la gente que está detrás tuyo. Si tú fallas, hay un montón de personas que se pueden ir al carajo. Eso se produce, sobre todo, en las series de televisión.
Antonio Resines y Jordi Mollá en 'La buena estrella'
Los pudores–Siempre el colegueo…
–Lo que pasa es que, dicho así, suena un poco peyorativo…
–Como usted dice, sin comillas.
–Bueno, sí, ser colega y amigo de la gente es muy importante. Y en esta profesion, fundamental. Con los que mejor me lo paso trabajando es con mis amigos, o haciendo nuevas amistades. Y las peliculas son entonces mucho mejores; sin duda, vamos.
–¿Ha percibido alguna vez la sensacion de que no confiaban en usted los directores o productores de alguno de sus proyectos?
–Sí, alguna vez.
–¿Y cómo se digiere?
–Depende de qué gente sea. No sé, en unos casos, probablemente tengan razón. Y en otros tampoco me ha afectado demasiado. Siguiendo con porcentajes, son muy poquita cosa. Porque esto son habas contadas. La gente que me llama ya sabe con lo que está jugando. Y la gente con la que trabajo es muy inteligente. Es muy difícil que sorprenda, para bien y para mal.
–¿Le queda algún pudor en su vida privada?
–Sí, hombre, muchísimos.
–…
–No sabría decirte exactamente. Todo lo que conlleva la timidez, el trato con la gente y todo eso.
–¿Y delante de la cámara?
–Ninguno. Eso es curioso; debe de haber algún tratado que haya estudiado por qué los actores hacemos las cosas que hacemos y luego, en la vida privada, somos tan distintos. Delante de gente, con cámara por medio, no hago ni de coña lo que haría delante de otras personas sin objetivo.
–¿Desde cuándo?
–Poco después de empezar, como a la quinta película. Hacia el 85.
–El mejor disfraz para un timido.
–Sí. Deberían recomendar a la gente que actuase. Una de las terapias mejores para combatir la timidez es la expresión pública de sentimientos. Y yo creo que eso es muy importante.
–En su caso, ¿trasciende de la terapia y es una pauta vital?
–Sí, seguro. A mí, y a mucha gente, nos viene muy bien.
Naslov: Intervju - Antonio Resines 
Sre Jan 16, 2008 6:29 pm
